Loneliness inequalities evidence review

El estudio Loneliness inequalities evidence review (Revisión de las desigualdades en la soledad, en castellano) subraya la necesidad de un enfoque multifacético para abordar la soledad. Las políticas y estrategias que reduzcan las barreras estructurales y promuevan la inclusión social son fundamentales para mitigar el impacto de la soledad, especialmente en los grupos más vulnerables. Abordar estas desigualdades no solo mejorará la salud y el bienestar de las personas, sino que también fortalecerá el tejido social en su conjunto, creando sociedades más conectadas y resilientes.

La soledad es un problema de salud pública que afecta a personas de todas las edades y se ve agravado por factores sociales y estructurales que generan desigualdades en su vivencia. El estudio de revisión de evidencia realizado por el Centro de Políticas Públicas de Gales (Wales Centre for Public Policy) aborda cómo ciertos grupos son más vulnerables a experimentar soledad y ofrece un análisis exhaustivo de las causas y posibles soluciones para reducir estas desigualdades. Comprender cómo se manifiesta la soledad en diferentes grupos sociales es clave para desarrollar políticas inclusivas que promuevan el bienestar de todos.

El informe muestra que varios grupos sociales son más propensos a experimentar soledad de manera desproporcionada. Estos incluyen personas migrantes, pertenecientes a minorías raciales y étnicas, personas con discapacidades físicas y/o mentales, individuos con bajos ingresos y personas pertenecientes a minorías sexuales y de género. Estas desigualdades no se deben exclusivamente a diferencias individuales, sino que son el resultado de una interacción entre factores interpersonales (como la exclusión social) y estructurales (como la pobreza y la marginación). Los grupos que enfrentan múltiples formas de discriminación, como los migrantes mayores con mala salud, están especialmente en riesgo.

La exclusión social y el rechazo interpersonal son factores clave que contribuyen a la soledad en los grupos socialmente vulnerables que más tienden a sufrir situaciones marginales. Las personas que se sienten diferentes a la sociedad dominante, ya sea por su orientación sexual, etnia, capacidades o identidad de género, tienden a enfrentar mayores dificultades para establecer relaciones sociales satisfactorias, lo que a menudo las aísla aún más. Estas diferencias culturales, comportamentales o de identidad pueden generar tensiones en las interacciones sociales, exacerbando el sentimiento de soledad.

Además de los factores interpersonales, el informe subraya la importancia de los factores estructurales y contextuales en la perpetuación de las desigualdades en la soledad. Entre estos factores se incluyen las actitudes comunitarias, las políticas públicas y la diversidad demográfica. Por ejemplo, las políticas inadecuadas o insuficientes pueden dificultar la participación social de los grupos vulnerables, mientras que las áreas geográficas con mayor privación económica suelen experimentar tasas más altas de soledad. El entorno físico, como la falta de espacios públicos accesibles, y el social, como la escasez de redes de apoyo comunitario, también contribuyen a estas desigualdades.

El bienestar físico y mental juega un papel crucial en la experiencia de la soledad. El estudio destaca que las personas con mala salud física o mental, incluidas aquellas con algún tipo de discapacidad, suelen reportar niveles más altos de soledad. A su vez, la soledad puede agravar los problemas de salud, creando un ciclo difícil de romper. Las personas con problemas de salud mental, como la depresión o la ansiedad, son particularmente vulnerables, ya que estos trastornos tienden a reducir las oportunidades sociales y la motivación para relacionarse con otros.

Para reducir las desigualdades en la soledad, el informe sugiere que las políticas públicas deben centrarse en promover la inclusión social y combatir la exclusión. Las intervenciones deben enfocarse en grupos vulnerables, considerando tanto factores individuales como estructurales. Mejorar los servicios de salud mental, crear espacios comunitarios accesibles y fomentar la diversidad y la inclusión en las políticas públicas son estrategias clave. Asimismo, es importante desarrollar programas que promuevan el apoyo social y la interacción entre personas de diferentes contextos sociales.